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DE OBJETIVOS, VÍAS Y RITMOS

   
   Cuenta la fábula que cierta vez la Autoridad Educativa Animal del bosque decidió organizar un proyecto educativo y una escuela.

   Elaboraron un currículo de materias las cuales consistían en: CORRER, TREPAR, NADAR Y VOLAR, y decidieron que los animales matriculados debían aprobar todas las asignaturas para poder superar las enseñanzas. Se matricularon el pato, la liebre, el mono y el águila.

   Pasados unos meses el curso llegó a su fin y los profesores vieron alarmados que NINGUNO de los alumnos había aprobado.

   En la memoria final hicieron constar que: la liebre, sorprendentemente, suspendió en correr porque tenía las patas rotas de intentar aprender a volar.

   Asimismo informaron que el pato poco a poco fue abandonando la natación en la que sobresalía, para centrarse en las materias que no dominaba, pero claro, de tanto intentar aprender a correr sus membranas interdigitales se estropearon y al final se convirtió también en un mediocre nadador.

   El mono no podía trepar porque, al igual que la liebre, tenía las manos rotas por la asignatura de vuelo. Por último notificaron que el águila acabó suspendiendo en vuelo porque sus alas estaban permanentemente mojadas al intentar aprender a nadar.

   Buscamos los entrenadores de base la uniformidad y la homogeneidad como una meta, sin valorar que la diferencia puede ser algo positivo. Misma planificación, mismos ejercicios, iguales tareas y explicaciones, parecidos métodos, los mismos objetivos para todos nuestros jugadores sin atender a la diversidad. Así nos va.

   No, no hablamos aquí de especialización temprana por puestos. No hablamos aquí de bases, escoltas, pivots, etc. nada más lejos de nuestro pensamiento en el baloncesto de iniciación. Hablamos de que no todos los jugadores, aún siendo de la misma edad, aprenden al mismo ritmo, ya sea por inteligencia, aptitudes físicas o motivación. Incluso influyen en el aprendizaje factores exógenos al baloncesto como el entorno familiar.

   ¿Lo sabemos los entrenadores de base? ¿Lo tenemos en cuenta a la hora de preparar el entrenamiento? Pretender la uniformidad en nuestro método de enseñanza y la misma exigencia física y técnica a nuestros jugadores entendemos que es un error por nuestra parte, muy especialmente en equipos de colegios o clubes modestos donde los grupos son tan heterogéneos.

   A menudo nos encontramos con entrenadores, y me incluyo entre ellos, que ponemos en práctica una planificación y una metodología con la que esperamos que nuestros jóvenes jugadores aprendan y desarrollen los conceptos técnicos de una sola forma y al mismo ritmo, así como que lleguen a un único resultado posible y es aquí cuando nos topamos con la cruda realidad: no todos están preparados para aprender los mismos conceptos y, sobre todo, al mismo ritmo.

   Los entrenadores tenemos que aprender a enseñar distinto. Debemos saber encontrar diferentes itinerarios para proponer distintos objetivos según el nivel de nuestros jugadores y tenemos también que saber adaptarnos a los diversos ritmos de aprendizaje que nos van a plantear estos.

   Desde luego no es tarea fácil la de proponer distintas vías la que tenemos por delante cuando el grupo de niñ@s que entrenamos es muy diverso y dispar. ¿Qué ritmo y nivel de exigencia debemos imprimir a nuestro entrenamiento? ¿Qué grado de dificultad debemos dar a las tareas programadas? En definitiva ¿qué hacer y cómo?

   Presentamos aquí algunas propuestas que pueden servir de ayuda:

-PLANTEAR UNOS OBJETIVOS TÉCNICOS PRIORITARIOS Y OTROS SECUNDARIOS: cuando realicemos la planificación y programación de una temporada, semana o entrenamiento tenemos que tener claro el tiempo de que disponemos y marcar aquellos objetivos que sean los más adecuados para el nivel de nuestros jugadores y que puedan adquirir unos fundamentos mínimos.

No se trata de seleccionar muchos objetivos técnicos sino de determinar cuáles realmente son necesarios, esto nos permitirá establecer unas metas mínimas que estarían al alcance de todos y unos objetivos secundarios que podrían ser alcanzados por aquellos jugadores que tengan más aptitudes.

-PREPARAR TAREAS Y EJERCICIOS PARA LOS DISTINTOS NIVELES: una vez establezcamos los objetivos técnicos prioritarios y secundarios debemos tener preparadas tareas para los distintos niveles que se puedan dar en el equipo y por eso debemos organizar actividades de mayor dificultad para aquellos jugadores que puedan ir más allá de los objetivos principales y tareas de menor dificultad para los jugadores con menor nivel técnico.

-MARCAR DISTINTOS OBJETIVOS DENTRO DEL MISMO EJERCICIO: además de tareas de aprendizaje distintas, también podemos contemplar distintos objetivos dentro de un mismo ejercicio en función del nivel de cada jugador. Por ejemplo, entrada con la izquierda para los menos hábiles y entrada a aro pasado con la izquierda para los más avanzados.

-FOMENTAR EL APRENDIZAJE ENTRE IGUALES: juntar a los jugadores que tienen más facilidad con los jugadores que tienen más dificultades para que aquellos hagan funciones de entrenador y expliquen determinados gestos técnicos para así crear cohesión en el grupo, amén que esto nos sirve de ayuda a los entrenadores para saber si los más avanzados están entendiendo bien los conceptos.

   Y, por si fuera poco, todas las ideas anteriormente expuestas hay que llevarlas a cabo sin perder la competitividad. Siempre nos quedará mucho por hacer.

   Los entrenadores de base no debemos perder nunca nuestro horizonte y saber que debemos mejorar los puntos débiles de los jugadores, pero no debemos olvidarnos tampoco de mejorar sus puntos fuertes.

   Mejorar los puntos fuertes de un jugador es mucho más difícil que mejorar los débiles. No nos centremos exclusivamente en la debilidad de nuestros jugadores, centrémonos también en su fortaleza.

“El éxito viene de saber que hiciste todo lo posible para convertirte en el mejor que puedes llegar a ser.” JOHN WOODEN (Entrenador de UCLA y diez veces campeón de la NCAA)

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