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MÉTODO F.E.B: DE LA UTOPÍA A LA DISTOPÍA

Desde el principio de la historia hasta hoy siempre ha habido pensadores que nos han ido dibujando sistemas de administración perfectos, propuestas de gobierno para lograr hacer una sociedad, según ellos, modélica. Entre este tipo de sociedades están las utópicas y las distópicas.

   La utopía busca un mundo mejor; una sociedad idílica y perfecta donde la diana se pone en la libertad individual y esta al servicio del conjunto. El término no tiene necesariamente que estar relacionado con lograr algo imposible, sino que también podemos tomarlo como una meta a lograr. Difícil sí, pero no deja de ser un objetivo que nos marca el norte.

   La distopía por el contrario es también, en términos generales, una sociedad perfecta e ideal pero que funciona así gracias al control de grupos poderosos, económicos o militares, sobre el individuo. En realidad es una sociedad perfecta tan solo para unos pocos. La distopía, curiosamente, no deja de ser en cierto modo una utopía impuesta donde el bien del conjunto prima por encima de la libertad individual. Pero no nos engañemos, en puridad la distopía es el antónimo de la utopía.

¿A qué mundo de los dos aspiramos los que nos dedicamos al baloncesto formativo y no nos resignamos a que este siga por los derroteros que ha tomado?

   Podemos inferir que hay un baloncesto utópico que imagina un método donde el trabajo técnico-táctico individual con los jugadores nos lleva a una visión optimista del futuro de nuestro deporte, y a un progreso que nos acabará dando muchos triunfos a través de la mejora del nivel de los jugadores.
 
   Por otro lado también podemos colegir que hay un baloncesto distópico en el que se plantea un discurso metodológico donde el procedimiento a seguir con tal de ganar es llevado a sus máximas consecuencias. Es un baloncesto donde se reprime al jugador en su libertad en la toma de decisiones, todo por mor de la organización del equipo, por el bien colectivo y que nos dará muchas medallas a través del juego táctico.

   Con cierta frecuencia cuando hablo con otros entrenadores algunos me dicen que tengo una visión un tanto catastrofista del baloncesto patrio, y tal vez tengan razón. Incluso me dicen que esta es la mejor época de nuestro baloncesto. La verdad es que es difícil rebatir tal afirmación.



   No cabe duda que el baloncesto español está viviendo en los últimos años el momento más álgido de su historia, si nos referimos al cómputo de éxitos y medallas, tanto a nivel de selección absoluta como de las selecciones más pequeñas en cualquiera de sus categorías. Parece que el método F.E.B funciona si nos atenemos exclusivamente a eso y nos debemos alegrar por ello.

   ¿Es factible por tanto, con estos datos y número de éxitos, deducir que este periodo utópico de nuestro baloncesto está derivando en un periodo distópico?

    Desde luego la normativa de la ACB sobre cupos no está ayudando en nada en la formación del jugador nacional. Una norma, la de los jugadores de formación, cuyo espíritu era ayudar al jugador español a alcanzar la élite, ha sido pervertida por los clubes y donde se suponía que debía haber 4 jugadores seleccionables nos encontramos con jugadores de cualquier nacionalidad formados aquí y que cumplen legalmente con la normativa. Curiosamente podemos ver plantillas de ACB que no tienen ni 4 jugadores españoles y algunos de ellos simplemente son jugadores/cuota con una participación simbólica en el juego.

   Esta normativa hace que los clubes de la A.C.B tengan sus equipos de base plagados de jugadores comunitarios y extracomunitarios que posteriormente en senior cumplirán legalmente con la ley sí, pero que ni en el presente ni en el futuro tendrán cabida en las selecciones más pequeñas o en la absoluta.

   Si nos centramos en el baloncesto masculino, que es al que me refiero porque es principalmente el que está sufriendo todo esto, no hace falta ser un gran experto para darse cuenta que, dentro de la abundancia de medallas de las selecciones más pequeñas, hay una preocupante escasez de talento, de tal modo que el núcleo duro de la selección absoluta no cumplirá ya los 30 años, y eso que no están ni Pau Gasol por lesión, ni Felipe Reyes o Sergio Rodríguez por renuncia. Uno tiene la sensación tal como está la cosa, que hasta el mismísimo presidente de la española podría volver a jugar en la selección si se lo propusiera.
 Sí, es posible que tenga una visión catastrofista, pero es que no llego a adivinar un horizonte maravilloso y prometedor. Veo uno o dos jugadores con talento por generación, que no son pocos, pero que van a contar con poquísimas oportunidades en la A.C.B. y que por tanto difícilmente van a poder evolucionar en su juego.

   Todo esto está aconteciendo ante la pasividad de la F.E.B que, centrada exclusivamente en su método, en sus selecciones, no es capaz de legislar en los equipos de sus competencias, léase equipos formativos, y no dicta una normativa para impedir que en los equipos de base haya un número tan elevado de jugadores no seleccionables. Ya que la F.E.B. no puede meter mano en el asunto de los cupos de la A.C.B, estaría bien que regulara la participación de los jugadores no seleccionables en las categorías formativas de los clubes.
Por cierto, que nadie pierda ni medio segundo en pensar en xenofobia, que esta reflexión está en otra cosa, quede claro.

   Existen, resumiendo mucho, dos formas de trabajar en edades formativas y tiene que ver en cómo se enfoca el método en esas categorías. La cuestión es si se focaliza en el presente o en el futuro. En si el trabajo se centra en la táctica colectiva, el equipo como una unidad inseparable, o si, por el contrario, se centra más en la evolución del jugador a nivel individual, esto es, en su mejora técnico-táctica y en el que al final el conjunto es la suma de todos sus individuos. Si mejora el jugador mejora el equipo.

   Ambos métodos tienen sus pros y sus contras no cabe duda, quizá lo ideal es una mezcla de los dos, pero mi experiencia me dice que conseguir la proporción perfecta de ambos métodos es tarea harto complicada y la tendencia es dedicar mucho más tiempo a un método que a otro.
Desde luego parece que la F.E.B, se ha centrado exclusivamente en el aspecto colectivo,  o lo que es lo mismo, en las selecciones, y ha dejado al pairo a las categorías formativas que también son de su competencia y no se centra en ellas. No se plantea la federación que si mejoran las categorías de base también mejorarán las selecciones.

   Los sueños mueven el mundo, y parece que el sueño de la F.E.B es maravilloso: contar preseas. Pero ojo, de la utopía a la quimera se puede pasar sin apenas darnos cuenta. Y si la utopía es la brújula que nos orienta y nos hace avanzar, la quimera es el sueño imposible que nos detiene. Total para qué, podemos pensar.

   Hemos de recordar, llegado a este punto, que la utopía tiene la terca costumbre de mutar en distopía a la que uno se descuida, porque la distopía no es sino otro final muy distinto para la utopía al que imaginamos en un principio, y es por ello que creo que nuestro baloncesto está pasando de un pensamiento a otro sin solución de continuidad.


Parece que esto no solo lo pienso yo,  pero no me hagáis mucho caso, tal vez soy un alarmista.

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